El festival de la imagen que se está llevando a cabo en el PCV ha sido organizado sobre un principio editorial que permite prever cual será el desarrollo de la escena fotográfica chilena desde Valparaíso. Este principio permite que el propio festival, como agrupación, se convierta en una editorial. De hecho, partieron con dos libros: uno, de Valbuena, el fotógrafo español; dos, el de Sergio Larraín. Hubo un tercero: un ensayo fotográfico de Valbuena, en formato vertical. No son revistas de fotografía o de crítica de la fotografía, sino libros en sentido estricto, que reconocen el impreso como el soporte de presencia de la fotografía. En este sentido, se desmarcan de los artistas visuales que trabajan sobre soporte fotográfico, pero que convierten la exhibición en una operación de subordinación museal, con el énfasis puesto en la instalación audiovisual. En Valparaíso, a lo menos, la fotografía asume diversos formatos que la sustraen de la dependencia del espacio de artes visuales. LA garantía de su independencia es editorial: libros, suplementos, folletos, afiches murales, que le deben su puesta en relevancia a un aparato de reproducción que ha sido puesto como el motor del festival y que ha convertido al Laboratorio de Edición Fotográfica en su punto articulador. Este es un gran logro; un avance estratégico en los modos museales de presentarse de la fotografía chilena. Justamente, porque se ha des-musealizado.
El festival de la imagen que se está llevando a cabo en el PCV ha sido organizado sobre un principio editorial que permite prever cual será el desarrollo de la escena fotográfica chilena desde Valparaíso. Este principio permite que el propio festival, como agrupación, se convierta en una editorial.
El segundo momento fuerte de este festival, en el PCV, ha sido la edición del libro sobre Sergio Larraín. Esto hace estado de la capacidad de levantar un monumento visual; es decir, recuperar la pulcra monumentalidad del gesto de Sergio Larraín y de convertirla en la expresión del estado en que se encuentra la masa crítica local. Lo que importa es esto: la masa crítica. Esta existe, es autónoma, consolidada, y el PCV se complace en colaborar en su expansión. Haremos, ciertamente, el próximo festival, teniendo en cuenta estas dos cuestiones. Es decir, que solo la editorializad sostiene la discursividad sobre fotografía en nuestro país. De ahí que nuestra tarea, durante el año 2012, será la de contribuir a desarrollar una discursividad local autónoma, organizando varios encuentros de crítica.
En el PCV, hubo un momento en que coincidieron dos festivales. Junto al festival de fotografía se desarrolló un festival de arte sonoro: TSONAMI. Este fue inaugurado en la sala de nuestros amigos del DUOC, con un concierto de “improvisación dura”, que cualquiera podría haber dudado de su eficacia para abrir un festival. Sin embargo, esto demostró que existe un público específico para arte sonoro en Valparaíso. No es casual que esta haya sido la tercera versión. También aquí podemos sostener la existencia de una masa crítica, que convierte estas iniciativas en política de mediano plazo.
Lo anterior permite sostener la hipótesis de existencia de al menos tres espacios consolidados de público específico local, en danza contemporánea, en fotografía, en arte sonoro. Algunas secciones de estos públicos son comunes y transversales, pero es posible reconocer núcleos básicos que logran constituir un espacio de interlocución mínimo, que hace pensar en posibilidades de desarrollo de su consistencia formal. Esto hace posible una política de mediación del Parque para cada una de estas escenas. Esta ha sido la gran enseñanza de este mes de apertura parcial y regulada del Parque: la existencia de públicos específicos que sostienen una masa crítica de base para su reproducción ampliada. Eso es fundamental para pensar en una política de fortalecimiento de las escenas artísticas locales. Este es el compromiso del PCV: amarrar -desde las prácticas- una política que responda y contribuya al desarrollo de estas iniciativas.