La batalla de placilla

Libro de Marcelo Mellado

Llega a librerías la más reciente novela del escritor chileno. Su mirada al cruento final de la guerra civil de 1891 dialoga con el presente y critica la mirada de los historiadores.

Poco a poco, el descenso del agua en el lago Peñuelas causado por la sequía deja al descubierto vestigios de la batalla que puso fin a la guerra civil de 1891. El último verano fueron los cimientos de la casa patronal de Claudio Vicuña, donde se refugiaron parte de las tropas balmacedistas. Botones, armas, balas, hasta osamentas humanas aparecen cuando se hacen excavaciones en Placilla. Cada 28 de agosto, los habitantes del pueblo, vecinos y alumnos del liceo recrean la contienda disfrazados como soldados de época, en un acto al que asisten autoridades locales.

El pasado también retorna a la superficie en la novela más reciente de Marcelo Mellado (Concepción, 1955). La idea de escribirla le empezó a rondar hace ocho años, cuando fue jurado de un concurso de proyectos regionales. La comunidad de Placilla quería hacer un museo sobre el tema. “Me pareció fascinante ese gesto comunitario. Ellos eran barro, camiones, moteles. El patio trasero de Valparaíso. Entonces descubren que la batalla es lo más ‘digno’ o patrimonializable que tienen. Una estrategia de construcción de ciudadanía. Por eso me interesó Placilla y después se convirtió en una obsesión. Empecé a investigar y me pareció además muy simbólica, porque no es cualquier batalla. Cierra el siglo XIX y abre el XX”.

En La batalla de Placilla, la novela, hay un constante juego entre el pasado y el presente. Su protagonista, Cancino, un nihilista sobreviviente de los 70 y 80, coordina un proyecto sobre el acontecimiento bélico, encargado por la universidad donde trabaja. Un evento de base académica en el que deben confluir intereses del turismo local, patrimoniales y “culturosos”, aunque él quisiera ir más allá y darle una vuelta de tuerca a la imagen “con olor a hongos” que ha fijado la historiografía. Se obstina en confeccionar una maqueta. La encarga a un modelista militar quien, a su vez, le pide a un sobrino hacker recrearla en una representación digital, utilizando la técnica de los videojuegos de guerra.

En paralelo, dos estudiantes de arte vinculados a un mafioso poeta local, especulan con la existencia de unos bocetos de época tomados por Juan Francisco González. Partidario de Balmaceda, el pintor era amigo de Eloy Temístocles Caviedes, corresponsal de “El Mercurio” de Valparaíso y autor del reportaje Las últimas operaciones del Ejército Constitucional, que Mellado revisó al igual que La novela de Balmaceda, de Joaquín Edwards Bello, y A través de la tempestad, de Luis Orrego Luco.

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