Exposición Nebreda

y Larraín

Hemos sostenido que uno de los propósitos del PCdV en el terreno de las historias locales ha sido la producción de archivo. La exposición de una selección de la Colección Nebreda tiene ese propósito. Nada es menos seguro hoy día que la palabra archivo. Es lo que advierte Derrida en su libro Mal de archivo: una impresión freudiana. Por eso, razón de más para examinar de cerca el desafío de una reconstrucción documental. Más aún, en Valparaíso, donde todo el mundo piensa que una caja de zapatos con fotografías es un archivo. En su libro La atracción del archivo, Arlette Farge describe el exceso de los bien llamados “fondos” de archivos y su naturaleza esencialmente incompleta: “el archivo no es un stock del que sacaríamos algo por placer, (porque) representa constantemente una carencia”, e incluso a veces “da la importancia de no saber qué hacer con ellos”. Por eso, el archivo es siempre una historia en construcción. No es un simple reflejo de un acontecimiento ni tampoco una simple prueba, sino que debe ser constantemente elaborado haciendo comprobaciones a través del montaje con otros archivos. Un archivo, si se quiere, llama a otros archivos.

Hemos tomado cinco fotos al azar. No pretendemos reflexionar sobre fotografía, sino desde unas fotografías. En el caso de esta exposición que estamos preparando, el trabajo de Rodrigo Gómez-Rovira y Alonso Yáñez ha sido ejemplar. Se han tenido que sumergir en miles de fotografías y comenzar a ordenar por poses, para poder comenzar. Por eso, para invitar a nuestro público a participar en las diversas actividades del Festival Internacional de Fotografía, hemos escogido cinco fotos al azar. Nos dimos cuenta que daba lo mismo el orden o el deseo de selección. Puestas en secuencia arman un enunciado que fija los límites de la nostalgia. Eso es lo que buscamos desterrar: la nostalgia. Para eso se hacen los archivos. Para trabajar las memorias sociales en el presente de su edición. De tal modo, la foto de curso de la primera preparatoria del Colegio Trumbull, fija una fecha: 1954. Está escrito en la pizarra. Lo que importa, quizás, es el pinche con una flor blanca de tela que llevan algunas de las niñitas que participan del conjunto. Ese es el orden para la foto. Los niños están peinados a la gomina o llevan corte colegial. Sin embargo, alguien me propondrá la idea de que el punctum de la fotografía se localiza en la letra de la pizarra, escrita con tiza. Es probable que así sea. Pero la letra condiciona la pose de un conjunto que realiza mediante la fotografía un rito de pasaje. Que es un rito muy similar a la foto del contingente de marineros que posa delante de unas instalaciones en tierra. No están en la cubierta de un navío, sino que delatan su pertenencia a la retaguardia del orden. Porque de todos modos, la marinería está precedida por los sargentos mayores sentados en las primeras filas. No hay oficiales. Lo más importante de la foto es que no hay oficiales. Pero son fotos de Valparaíso. De gente de Valparaíso, en situaciones de gran formalidad. Como lo puede ser la exhibición de un recién nacido, teniendo de fondo la edificabilidad higienizada de un barrio moderno, que contrasta con la ciudad-laberinto.

Estas son parte de las fotos de la colección de Alfredo Nebreda, cuya exhibición será inaugurada en la sala de artes visuales el 10 de noviembre, junto al homenaje a Sergio Larraín, a las 19:30 horas.

 

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