La Escuela de Bellas Artes de la Municipalidad de Viña del Mar en el Parque Cultural de Valparaíso
Estoy aquí por invitación del artista presente y el curador ausente. Lo que se me ha pedido es que establezca un contexto de la obra de Hugo Rivera Scott aquí presentada. Con el autor de estos diagramas somos amigos desde nuestra adolescencia, como con su hermano y los Parra-Jaivas, porque hicimos nuestra primaria en el mismo colegio. Con Hugo y su hermano Pancho me unen la afición de hacer cosas con las manos y por eso visitaba su casa y allí vi de sus producciones meticulosas y crecientes. El dice que frente a su primer diagrama yo dije “eso me gusta”, nos encontrábamos en Paris en 1978. Con el curador somos amigos desde cuando fuimos parientes y nos une, o más bien yo me uno a él, en el intento de reflexionar sobre las artes y la cultura desde Valparaíso.
Hugo pertenece a una singular generación de artistas porteños –Viña siempre fue el barrio pituco de la ciudad puerto- formados en la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar en los años sesenta por las manos certeras e implacables de los maestros Carlos Hermosilla Álvarez y Hans Zoyka (que eran solo tres manos, comenta Hugo), de esa institución de educación municipal –no había facultades o escuelas de arte en las universidades locales- surgió un contingente de artistas plásticos o visuales, tales como: Medardo Espinoza –mi profesor de artes en el Eduardo de la Barra-, Ulises Besoaín, Marco Antonio Hughes aquí expuesto –que por cierto hacía el mejor recitativo del discurso de Marco Antonio de Shakespeare-, Francisco Rivera Scott aquí expuesto y mi hermana Chantal aquí expuesta. También pasaron por aquella escuela Bruna Solari, Gustavo Alvarado, Eliana Vial, Hans Scholtbach, Jorge Osorio y Edgardo Catalán, entre los que conozco o recuerdo.
Además “tertuliábamos”, por mucho tiempo nos reuníamos en casa de los Rivera Scott con Eduardo Parra (Hugo editó su primera poemario), luego, en la casa de Enio Moltedo donde llegaba Juan Luis Martínez, entre otros. Tertuliábamos sobre arte, cultura y política.
Tradicionalmente la producción artística local, y la nacional, se exponía en el Salón de Otoño en Valparaíso, en un local municipal de la calle Condell – que hoy es una iglesia evangélica o centro de auto ayuda- , y en el Salón de Verano en Viña del Mar, en el Museo de Bellas Artes de la Quinta Vergara, como es obvio el Salón Oficial se instalaba en Santiago. A fines de los sesenta e inicios de los setenta, con la revolución en Libertad y la Promoción Popular, con la reforma universitaria del 68 que comenzó en la escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso en 1967, luego con la Unidad Popular, había que poner el arte en la calle y llevarlo a la gente, entonces el arte local de Valparaíso se expuso en las Ferias de Artes Plástica en el Parque Italia, como en Santiago se hacía en el Parque Forestal, luego se trasladaron a la Quinta Vergara y vino el golpe… Como aquellos que hacían el Camino de Santiago de Compostela, de ahí en adelante nos encontrábamos por los caminos y nos separábamos en las iglesias. Entretanto en la economía nacional, en las calles, en la educación y el arte cundían los baratillos y los cuchitriles, junto a molles o malles, otras catedrales de la mercadotecnia y el merchandise de las artes en galería, patios y afines. Mientras que en los parques las ferias del arte se convertían en ferias de artesanías como estrategia de sobrevivencia, reiterativas, constantes y horribles como el hambre.
Yo no tengo competencia para comentar la obra de Hugo, desde el recurso de mi ignorancia, repito que su obra habla por sí misma, pero la línea trazada por Hugo me convoca a un decir sobre ella y el mundo. La obra de Hugo arranca en sus diagramas desde la línea con el propósito según él: “… como armar con una línea y por tanto hacer un dibujo que generara la forma y no uno que la representa”. Pero –como en los filigranas escandinavos- la observación de la línea que se desplaza al infinito produciendo el dibujo conduce a unos laberintos aparentes, inexistentes, a unos entramados –trama y urdiembre-, la línea conduce o representa la imagen, conduce al laberinto, a la urdiembre, o lo representa.
Hugo me ha referido que [1]: el artista no representa las ramas de los árboles, ni los cabellos, ni la barba por múltiples líneas sino por una sola línea que limita la forma de esos conjuntos, ese es el poder de la línea adecuadamente empleada: ese es el arte del dibujo, donde la línea es su invención principal, por medio de ella interpreta formas, traduce volúmenes y superficies. También, la línea puede trazar un gesto, luego la línea se despliega como geometría y modelo de la Ciencia,… pero será la escritura la mayor abstracción humana hecha con la línea.
Justo Pastor ha visto en los diagramas de Hugo al bustrofedon, forma de escribir un reglón de izquierda a derecha y el siguiente en sentido contrario, lo que refiere a la huella escritural del arado en la tierra en su vuelta de retorno en el área a arar, esto nos recuerda, nos guste o no, que las culturas y civilizaciones como las ciudades, con sus líneas, imágenes, escrituras y ciencias son productos agrícolas.
Pero volvamos a “trazar la línea”, sus posibilidades son múltiples como lo muestra Hugo, puede convertirse en un plano al óleo azulado oscuro y llegar a ser un cachalote azul lleno de futuro. Pero a la vez, eso es una convocatoria a trazar otras líneas en la política, por el momento en que estamos –el momentum-, y en la cultura, por el lugar en que estamos.
La actual crisis política es una crisis de “línea política” que conduce a un laberinto y entramado que como siempre sólo la calle sabrá resolver –yo no digo que la obra de Hugo diga o exprese eso soy yo el que veo eso, como la devota ve la gracia en la imagen de la virgen-, aquí en la ciudad puerto tenemos muchos laberintos y entramados que requieren de una línea política bien trazada para asumirlos y resolverlos, tales como: la desporteñización del puerto, la amenaza inminente de otro mega incendio y mega espectáculo, la quiebra del municipio, la pérdida de su condición de ciudad patrimonial, para nombrar lo más protuberante.
No obstante, aquí lo que nos ocupa es la cultura y las artes. La presencia de la Escuela de Bellas Artes de Viña del Mar aquí, en el Parque Cultural de Valparaíso, dice que en estos cincuenta años si se ha hecho arte, que los hacedores de las Ferias de Arte del Parque Italia, después de navegar por el mundo “han vuelto a Ítaca”, como muchos otros consagrados que de lejanos mares y montañas que han venido a este lugar a mostrarnos sus artes, buena tarea ha sido esa en un ex cárcel, lugar terrible. Pero la amenaza que se cierne sobre la ciudad puerto y su capacidad expresiva es la tematización cultural turístico patrimonial que padecemos en Valparaíso, y en Chile, lo cual conduce indefectiblemente a lo que el restaurador veneciano Bruno Rizzato relata de su ciudad: “Venecia se ha convertido en Disneylandia. Un parque temático donde, al precio de un euro, unos chinos venden a otros chinos máscaras venecianas fabricadas en China”. La tematización cultural o la feroz patrimonialización de un hecho histórico ha acontecido en todo su esplendor recientemente aquí, cuando el Estado declaró a Nicanor Parra poeta imaginario de la nación chilena, entonces, en las Cruces, pueblo balneario donde ha vivido sus últimos veinte años, en el sector de El Vaticano en su calle: “La calle Lincoln fue cerrada para la ocasión. Allí se levantaron 10 puestos, compartieron artesanos y emprendedores de Las Cruces y San Fabián de Alico: era posible hallar sureña miel artesanal, trabajos en madera de bosque cordillerano, dulces de La Ligua y “artificios visuales”, los característicos dibujos versificados del antipoeta en láminas”. El anti poeta con centenaria sabiduría no se asomó ni a la esquina.
La línea que traza la tarea político cultural de Valparaíso, la resistencia cultural a la tematización, ahora es evitar el abaratillamiento y el cuchitrilamiento del Parque Cultural de Valparaíso. Ya llenas de baratillos y cuchitriles tenemos nuestras principales calles comerciales del plan del Valparaíso patrimonial mientras prosperan los malles y supermercados y otras catedrales y capillas del merchandise. No obstante, a decir verdad, en general, los cerros se salvan en la decencia de su comercio minorista tradicional, de sus múltiples talleres de reparaciones y recuperaciones varias, excepto el par Concepción Alegre muy “tematizados”.
Ibán de Rementería
[1] Emile-Auguste Chartier (Alain). Libro noveno del Systeme des Beaux-Arts
[1]Emile-Auguste Chartier (Alain). Libro noveno del Systeme des Beaux-Arts