Danza y música
Creación y perversión del instante, para 5 cuerpos femeninos y ensamble de 8 músicos. Obra experimental que fusiona música y danza compuesta por Boris Alvarado, dirigida por Sidhartha Corvalán y Boris Alvarado. El mismo cuerpo expresa una naturaleza indefinida, un tránsito entre el hombre y el animal, que nada tienen que ver con un objeto representado o ilustrado.
Un cuerpo hablado. Un cuerpo que grita amordazado
Dr. Patricio Landaeta
Sin lugar a dudas, sería casi imposible escribir la historia del devenir cultural de occidente sin hacer mención del repertorio de discursos y representaciones que han hablado en nombre del cuerpo. Por siglos el cuerpo ha sido hablado por voces e interpretes distintos: filosofía, religión, ciencia y arte lo convirtieron en épocas distintas en su objeto privilegiado, lo sometieron a su ley, lo vistieron con palabras y colores, le impusieron sus criterios y, más aún, conquistaron la autonomía de su propio lenguaje gracias a los múltiples entreveros conceptuales y estéticos, preparados expresamente para hablar en nombre suyo.
Así, es bastante probable que no sea posible referirse al nacimiento de la ciencia moderna sin atender a la importancia que guarda para los hombres de saber la armonía y jerarquía supuestamente latente en el cuerpo comprendido como organismo. Ninguna historia del arte podría ser escrita, tal vez, sin observar el surgimiento del cuerpo modelo (basta mirar el hombre de Vitruvio revisitado por el gran Leonardo, como síntoma inequívoco de una época), como tampoco sería posible comprender el influjo de la moral cristiana en el occidente civilizado sin oír atentamente la exhortación que nos lanza, llamando a reprimir los deseos del cuerpo en beneficio de la pureza del alma. Un punto común se halla en toda esta palabrería e imaginería sobre el cuerpo, donde cada cual habrá bebido, con mayor o menor justicia, de la siguiente contradicción: al tiempo en que el cuerpo ha sido convertido en modelo, en insigne perfección, ha sido, igualmente, acallado, reprimido, disciplinado y, en suma, sepultado, teniendo que morir de sí para ser lo que todos buscan o esperan de él.
No obstante, si tal ha sido la historia oficial del cuerpo, que se nutre de una misma matriz, a saber, confundir cuerpo y organismo, tan antigua es esta otra historia… una historia otra, que traza otro recorrido, y que ha sido sepultada por el peso del Uno latente en el organismo: Giotto en la pintura, Baruch de Spinoza en la filosofía, Leopold von Sacher-Masoch y Marques de Sade en la literatura, Antonin Artaud y Jean Genet, en el teatro, Francis Bacon nuevamente en la pintura y, recientemente en la filosofía del siglo recién pasado, George Bataille, Michel Foucault y Gilles Deleuze, son quienes han sido los errantes protagonistas de un itinerario infame que les margina de toda historia oficial al dejar hablar al cuerpo su propia lengua, buscando ser la expresión sin resto de las fuerzas que pugnan fuera de toda medida, regla y molde preconcebido, lanzándoles, en algunos casos, hasta los bordes de la locura. Pues, si hablar “en nombre de” es un ejercicio muy seguro, no ocurre lo mismo con el salir, con echarse al exterior para “hacer hablar, “expresar” el cuerpo, allí donde amenaza contantemente el caos con destruir el orden de la propia razón, por estar desde siempre ésta coludida con el organismo y sus leyes.
A continuación, tendremos la oportunidad de experienciar el cuerpo, continuando la estela de tales infames; siguiendo los meandros de un ejercicio operático escrito en los cánones del desenfreno, para ser arrastrados, nosotros mismos, más allá de los hábitos de la pureza y más allá, también, de la seguridad en la que podríamos descansar al contemplar, en la distancia cómoda del espectador, la disección meticulosa del cuerpo-organismo. En “Opera del cuerpo” (2014-1015) de Boris Alvarado, en lugar de esto, tendremos que arriesgarnos a ser partes de ese flujo en que el organismo se disuelve para hacer aparecer el cuerpo, para devenir otro, y para devenir otro, también, nosotros mismos.