La irrupción de la especie humana es muy reciente en la historia de la tierra y la evolución exponencial de las tecnologías (la gran herramienta cultural con que el ser humano contradice la naturaleza) hace de los climas artificiales un invento aún más reciente.
Por miles de años los ritmos de las estaciones, del desplazarse en el cielo del sol y las estrellas, marcaron la vida de esta especial especie. Las siembras, las cosechas, la abundancia, la escasez, las inundaciones, las sequías, tenían sus ritmos, sus ciclos que el ser humano estudió y aprendió. Aprendió a cazar, a pescar, a navegar, a vestirse, a guardar, a prever, se organizó para vivir en esos y con esos ritmos; hizo fiestas, rituales, desarrolló organización en función de sobrevivir, en un inicio, y de vivir más adelante.
El concepto de año nos lo dio la naturaleza, el sucederse de los fenómenos climáticos y astrales y fue marcando profundamente nuestra cultura con hitos que acompañaban el transcurrir de ese ciclo, que hoy sabemos (hace muy poco) que es el completarse de un giro de la tierra en su órbita alrededor del sol.
Hoy esta especie pone en jaque el hábitat natural y sin mayor preparación, en pocas generaciones, se apresta a vivir dependiendo más de su tecnología que de los ritmos naturales en que se formó durante milenios. Es una aventura fabulosa, qué duda cabe. Nuestra Violeta justamente dio gracias a la vida cuando veía el fruto del cerebro humano. Pero ese salto es a la vez una apuesta complicada. Durante el 2015 superamos en el mundo el número de gentes que viven en ciudades por sobre la población rural, en Chile esa proporción se invirtió hace años y la vida rural ha sido casi reemplazada por el trabajo rural desde la vida citadina. Este cambio radical lo enfrentamos con una cultura de raíz campesina en lo fundamental y con un conocimiento a nivel de usuarios de tecnologías que no comprendemos, de máquinas que no fabricamos, que no reparamos, que no dominamos… Trabajamos para tenerlas hasta que las desechamos cuando hemos trabajado lo suficiente para reemplazarlas.
Los años se asemejan cada vez más y se asemeja cada vez más lo que dentro del año sucede. Una parte de la humanidad ha derrotado el clima, la estacionalidad de las cosechas, las distancias y los límites naturales. Tampoco esa parte de la humanidad parece entender que los que no participan de la fiesta sí pagan los costos de ella sin las herramientas culturales para entenderlo, sin saber por qué los seres humanos han dejado de ser el centro de la civilización para transformarse en su principal problema.
Como sea se cumple otro año e inexorablemente el nuevo comienza a transcurrir, en lo fundamental nuestras cavilaciones en esta época no distan tanto de las de otros humanos en otras épocas, bajo las mismas estrellas, la porfiada esperanza nos sigue dictando un abrazo y un sincero deseo de un año mejor que el que se va.
Por
Jorge Coulon
Director del Parque