Hay, en las manos de Fernanda Guzmán, objetos banales y domésticos del mundo contemporáneo, como una silla o un balón de gas, con los que convivimos diariamente, sufren una radical –aunque delicada- metamorfosis, para transformarse en objetos sugerentes, animados por energías misteriosas, en los que se revela aquello que Breton llamó “lo maravilloso cotidiano”.
Más allá de la belleza del material cerámico y su nobleza cristalina, estos objetos evocan sensaciones inquietantes, escenifican una pesadilla insidiosa que, oculta bajo un inofensivo paño tejido a crochet, se infiltra en lo cotidiano para subvertir el orden acostumbrado del mundo físico.
La muestra puede ser visitada hasta el domingo 19 de junio.