Cuando la emergencia sanitaria, nos obliga al confinamiento de las escenografías propias del habitar, descubrimos que es ahí donde menos habitamos, por diversas razones, trabajo, obligaciones, etc. La noción de casa física era un abstracto espacial. En este cuarentenoso ejercicio, de volver a reconocernos dentro de nuestras escenografías, haciendo digno y coherente nuestros personajes que efectivamente están en un constante proceso, surge la obsesión como una de las tantas consecuencias de esta pulsión de construcción concreta.
Nuestros personajes se relacionan bajo la premisa de un confinamiento que nos obligan a la distancia y a temer del otro. En cierto sentido nuestra sobrevivencia depende del aislamiento de nuestros congéneres. Nos preocupa el cambio de soporte, pero la práctica, el entrenamiento, la pulsión de crear y el no parar de bailar, nos conecta a ese ser. Sigue vivo, lúcido, sensible y necesitando del otro para seguir produciendo, con todos los pies forzados que se nos impone contingentemente. Creemos que nuestro bienestar no vendrá de la imposición de fronteras, sino de un nuevo equilibrio entre nosotros. Y la danza es uno de los instrumentos para los verdaderos cambios en nuestra sociedad.
En este sentido Marco Ignacio Orellana, bailarín reconocido por distintas obras en nuestro país nos trae su último trabajo de creación en la emergencia sanitaria, donde busca encontrarse con el movimiento desde el encierro y su imposibilidad de expresarse artísticamente en espacios cerrados, donde la proximidad corporal nos mantiene y nos impulsa a una nueva forma de relacionarnos a través de dispositivos que cada vez más se transforman en una plataforma de contención y comunicación. En este sentido Orellana plantea el uso de estos aparatos para lograr una conexión interpersonales donde la energía común se integra y se relaciona en distintos lugares de los artistas que están presentes en este trabajo.
Por otra parte Joel Inzunza nos recuerda y trae nuevamente su trabajo creado el 2016 en una coproducción de Matucana 100 y el Parque Cultural de Valparaíso, donde se investigaron contingentes temas que hoy por hoy se hacen presente en este contexto en el que estamos viviendo de otra manera. El cambio climático y la migración son los ejes fundamentales de este trabajo, distintos cuerpos reaccionando ante el movimiento de la otredad, la distancia física en escena, conmueve y provoca una experiencia en vivo.
Para el Parque Cultural es necesario celebrar este día de la escena artística mundial, contextualizando en el confinamiento, para eso nos conectamos y estamos convencidos que la danza traspasa cada unas de las fronteras en lo que estamos envueltos.
¡Celebramos el Día Internacional de la Danza!
Para esto tenemos dos acciones programáticas a las 18 hrs, dos artistas de la danza nos exhiben sus trabajos que nos hablan desde su corporalidades y cómo nos conectamos en estos tiempos de emergencia sanitaria.
18 hrs transmisión en vivo “Pandemia: Baila, baila, de lo contrario estamos perdidos” de Marco Ignacio Orellana y posteriormente “Antes de partir” de Joel Inzunza & Compañía.